> Palabras y Placebos: mayo 2015

martes, 26 de mayo de 2015

PARAÍSO TEMPLADO

Marcharse para estar más cerca,
para alcanzar a divisar los márgenes, 
para identificar su forma.
Su forma de aduana, peaje o pasaporte
y no de monte, océano o paisaje.

Exiliarse, por una vez, de lo confortable,
del clima adecuado, del café preciso,
de la temperatura regulada del agua de la ducha.
Del desvelo a tiempo
y del sueño tranquilo.

Abandonarlo todo,
sin condiciones
y sin condicionantes.
Exiliarse del amigo y del abrazo,
del arraigo cultural y sus bondades,
del cacique conocido.

Movilizarse, es decir, sublimar el movimiento,
reivindicando piernas, músculos, instintos, azares.
Desplazarse con razones de peso
y unos brazos que no sirven
para desplazarse.

Exiliarse, sin que nadie te lo imponga,
trasplantarse como árbol de raíces invertidas
incapaz de trasplantarse,
como el animal doméstico que somos,
endémico de ninguna parte.

Marcharse,
ahora que no es tan tarde,
marcharse diciendo quiero y basta,
marcharse como forma de acercarse,
marcharse como forma de plantarse.

Exiliarse, de uno mismo y con uno mismo,
aprovechando que no existen las fronteras,
salvo en los mapas, salvo en las cabezas,
y llegar, tal vez, alguna tarde
a una patria sin nombre y sin bandera,
a algún tipo de paraíso templado.

Desterrarse, al menos una vez en la vida,
para sacudirse el polvo de los ojos,
para oír de lejos,
para ver más claro.

Desterrarse, es decir, desenterrarse.

viernes, 8 de mayo de 2015

UNA CARA

No sabe qué día ni bajo qué pretexto, olvidó su cara. Al hacerlo, se quedó mucho más tranquilo. Pensó que tal vez era necesario olvidar su cara para comprender que se puede vivir perfectamente sin un rostro, sin un rostro al que aferrarse, sobre el que apoyar un dedo o al que increpar.

Pero al olvidar su cara, su recuerdo, lejos de desvanecerse, se volvió más nítido. Lo intentó tenazmente, pero no logró encontrar jamás una cara adecuada para sustituir a aquella que él mismo había olvidado un día, bajo algún pretexto. Aquella cara olvidada parecía no estar dispuesta a abandonarlo, y necesitaba recuperarla para poder deshacerse de ella.

De aquella permanente sensación de ausencia, nació una especie de necesidad constante. La presencia de aquella cara olvidada se volvió más poderosa que la ausencia misma. De manera que, tan cerca ya del final, se encontraba exactamente como al principio. El orden se había alterado, pero seguía existiendo un orden.


No sabe qué día ni bajo qué pretexto, volvió a recordar su cara. Y quiso entonces deshacerse de ella, pero descubrió que era demasiado pronto. Que aún no la necesitaba.